LA NÚRIA PERÉS UN COP ACONSEGUIDES LES GRUES, 3000 I NO 1000 ENS DÓNA LA PISTA PER CONTINUAR
DEMANAR MÉS DESITJOS TOT DESITJANT
DESITJANT CONTINUAR JUNTES TOT VOLANT
ARA QUE HEM APRÈS A VOLAR DE LA MÀ
CONTINUAREM VOLANT
DESITJANT DESITJANT DESITJANT
MIREU-LA ELLA JA HA ACONSEGUIT TENIR ALES!!!
LA GRETA CONTENTA QUAN JA HAVÍEM ACONSEGUIT LES 3000 GRUES!
PENJO TOTES LES PARTS DE L'AVENTURA DEL PLANETA GRUES QUE SORTIRÀ PUBLICAT A PAPER AL SETEMBRE A LA REVISTA CUADERNOS DE PEDAGOGÍA
EL CAMÍ HA ESTAT PLE DE SOSPRESES!
Planeta grullas o cómo desear juntos
Volador@s
Misteriosos
Cuadernos de Pedagogía,
Marzo 2014, Editorial Wolters Kluwer España, ISBN-ISSN: 0210-0630
Esta historia estará escrita
por mí, Marisol Anguita, la maestra del grupo de L@s Volador@s Misterios@s,
para intentar tejer una voz con todas las voces de este grupo de personas
autoras de su mundo de conocimientos en construcción. Por ese motivo lo
firmamos todas porque es la historia de todas.
Andábamos
estirando nuestros misterios cuando, buscando imágenes voladoras, nos
encontramos con las grullas de origami y la historia de Sadako Sasaki. Nos tocó
profundamente el relato de la niña que enferma de leucemia por la bomba de
Hiroshima y se pone a hacer 1.000 grullas para pedir un deseo. Nos conmovió y,
a la vez, nos dio alas para dialogar con la historia de las grullas y hacer de
ella nuestra propia historia, la de un colectivo emancipado que se narra y va
traduciendo sus propias versiones del mundo: “Requiere espectadores que
interpreten el papel de intérpretes activos, que elaboren su propia traducción
para apropiarse la ‘historia’ y hacer de ella su propia historia. Una comunidad
emancipada es una comunidad de narradores y de traductores”. (Rancière, 2010,
p. 27)
El
impulso nos llevó a querer llenar de grullas el campanario modernista del
pueblo de Ullastrell, en el que está nuestra escuela. Lucas dice que como es el
sitio más alto del pueblo así todo el mundo verá que pedimos paz en el mundo
igual que Sadako.
La
idea alza el vuelo, empezamos a pensar qué pasaría si llenáramos nuestro pueblo
de grullas. Aïna nos propone que las colguemos en los árboles y una de las
Núrias nos dice que ella las colgaría en las puertas de las casas. Por otro
lado, uno de los Marcs nos dice entonces: “¡Pero un momento!, si ponemos tantas
grullas en nuestro pueblo se convertirá en un planeta grullas”. Parece que esta
aventura se va a llamar así, ante lo que otras voces replican: “Yo la llamaría
1.000 grullas en el mundo”, “Pues yo, el planeta de las 1.000 grullas”.
Como
los amigos de Sadako, nos hacemos con la historia para transformarla y
transformarnos. Como a ellos, nos empuja más allá de la muerte de Sadako sin
conseguir llegar a las 1.000 grullas. Hacer grullas se convierte también para
nuestro grupo en un símbolo que nos desplaza a desear juntos.
Cuando
Lourdes, de Cuadernos, nos viene a visitar nos encarga hacer de periodistas y
contar una de las historias de nuestra aula. Sergi Camps nos dice: “¡Qué bien!
¡Haremos de Gerónimo Stilton!” Y el otro Marc replica que él quiere explicar lo
de las grullas para no morirse. Ese argumento nos convence en seguida y
empezamos a pensarnos en la historia de Sadako.
Núria
Perés, Esther y yo vamos una tarde a ver al cura para convencerlo de que nos
deje colgar las grullas en el campanario. La idea le gusta y le sorprende, pero
sobre todo lo seduce la historia narrada con tanta emoción por parte de las dos
niñas.
Después,
empezamos a pensar cómo llenar nuestro mundo de grullas y se lo contamos
también al alcalde. Proponemos colgar las grullas el día de una fiesta única en
nuestro pueblo. Joan, el alcalde, está de acuerdo.
Decidimos
entonces elaborar un cartel para pedir colaboración a la escuela y al pueblo.
El eslogan acaba siendo: “1.000 grullas por un deseo. ¿Nos ayudas?” Nuestro
objetivo es contar que nos proponemos llenar el mundo de grullas porque no
queremos la guerra, Sergi Camps nos recuerda que cuando vimos la película de
Sadako nos interesaron mucho los deseos de las 1.000 grullas, y entonces Iker
añade que también las guerras. Jordi lo resume diciendo que construiremos
grullas para pedir un deseo: no morirnos.
Mientras
recorremos el camino que nos llevará a elaborar las grullas, Joaquín nos
plantea qué pasaría si nos pasamos de 1.000… Nos entusiasmamos de nuevo
¡podríamos pedir más deseos! Pero, ¿qué es pasarse de mil? ¿Y qué es mil? Los
misterios crecen en nuestro mundo de conocer y nos apasionamos cada vez más.
Explicar
nuestra idea a los compañeros de las otras aulas nos convierte en actores, nos
moviliza y nos hace sentir que podemos influir en otras personas si nos
contagiamos de aquello que queremos conseguir juntos.
En
el aula de los Soñadores y Soñadoras nos proponen que si conseguimos 1.000
grullas, entre todos deberíamos pedir que acaben nuestra escuela. Las obras en
el edificio de nuestra nueva escuela hace tiempo que están paradas, por los
últimos recortes.
¡Vaya
gran deseo, pensamos! Pero la paz en el mundo también nos encanta como deseo
común y creemos que tenemos que dar más vueltas al tema.
Martí,
cuando acabamos de pasar por todas las aulas, nos dice entusiasmado que ahora
todos han decidido hacer la paz en el mundo porque todos han aceptado
ayudarnos. Lo apasionante es cómo en este camino estamos aprendiendo a mirarnos
en los deseos de ser de los otros, mientras nos dejamos impregnar.
Haciendo
balance de la vivencia en las aulas, Joaquín nos explica que justo ese día han
reiniciado las obras de la escuela nueva. Entonces Juanjo, otro maestro que nos
acompaña, nos explica que como lo hemos deseado tanto, y tantas personas, el
deseo ha viajado y se ha hecho posible.
Mientras,
nos dejamos sentir qué pasaría si consiguiéramos 1.000 grullas para cada
persona. ¿Tú qué deseo pedirías?
Mi deseo es...
Airear
los deseos de cada persona del grupo dice mucho de nuestra posición emancipada,
tal y como expresa Sara, madre de Lucas, porque en lo que dicen se ve realmente
como viven nuestros hijos dentro del aula, la libertad con la que se expresan
pese a sus cuatro años de edad y lo que desenmascaran detrás de cada deseo o
inquietud.
-
Jordi: no morirme.
-
Marc Arranz: ir a la selva.
-
Sara: volar.
Esther:
ser libre.
-
Lucas: volar.
-
Telma: que lluevan golosinas.
-
Núria Perés: me gustaría tener alas.
-
Marisol: no quiero ser viejita, parar el tiempo.
-
Iker: no morirme mucho nunca.
-
Janna: que nieve.
-
Isona: no morirme.
-
Núria Puig: ir a la selva.
-
Marc Valldeperas: volar en globo.
-
Sergi Camps: quiero ser un ángel que se pone en el establo del niño Jesús.
-
Sergi Bigordà: quiero volar con paracaídas.
-
Joaquín: quiero volar.
-
Paula: quiero que nieve.
-
Martí: quiero que nieve.
-
Paola: quiero que nieve.
-
Karim: yo quiero ser un artista, ay, un astronauta.
-
Aitor: que lluevan "chuches".
-
Magí: que llueva nieve.
-
Aïna: quiero estar viva.
Y
como dice Aleix, del aula de los Buscadores de Preguntas: ¡Pero, un momento!
¿Qué pasa si no conseguimos los deseos? y él mismo se contesta: ¡Lo importante
es desear! ¡Y si deseamos juntos aún más! añado yo.
Esperemos,
como expresa Elisabeth, la madre de Aïna, que esta narración haga que mil
deseos quieran convertirse en grullas para poder hacer más sólido el camino que
hacemos juntos.
Para saber más
Rancière, J. (2010). El
espectador emancipado. Castellón: Ellago Ediciones.
Un diálogo con la muerte para entender la vida
Volador@s
Misteriosos
Cuadernos de Pedagogía,
Sección Experiencias, Abril 2014, Editorial Wolters Kluwer España, ISBN-ISSN: 0210-0630
En
el camino para conseguir las 1.000 grullas o más salimos por el pueblo
acompañados de padres, madres y abuelos. Vamos colgando carteles por las
tiendas y otros espacios emblemáticos. En ese tránsito, la historia todavía se
hace más grande. Mientras la narramos nos vamos dejando tocar por su
intensidad, donde parece que vamos dialogando con la muerte para entender
nuestra vida.
-
Marc Valldeperas: No me gusta morirme; no quiero que se me salga mi esqueleto.
-
Martí: Cuando seas un abuelo puedes morir. Falta mucho. Primero tienes que ser
un padre y después un abuelo.
-
Sergi Camps: Te portarás bien mucho tiempo antes de ser viejo.
-
Martí: Ahora todo el mundo ha decidido paz en el mundo.
-
Sergi Camps: Hay más pueblos de Cataluña, podríamos ir cargados de grullas y
colgarlas.
Después,
cuando vamos a la residencia geriátrica, nos impresiona como un lugar donde
vemos reflejados algunos de nuestros miedos. Los abuelos y abuelas nos esperan
sentados en círculo. Nos adentramos en la sala con el aliento suspendido y nos
sentamos en medio. Sentimos una mezcla de contención, miedo y respeto al
intentar comunicarnos con aquellas personas que nos miran silenciosas y
atentas. Descubrimos al abuelo de Núria Puig, que parece no conocerla del todo.
Ella me dice bajito: el abuelo no tiene memoria.
Al
volver al aula hablamos de cómo nos hemos sentido intentando convencer a todo
el pueblo para que nos ayude. Lo que más nos ha impresionado es la visita a la
residencia. Telma nos dice que ella tenía miedo y Sergi Bigordà, en cambio,
comenta que a él no le ha dado miedo porque solo estaban arrugados.
Se
nos instala entonces la pregunta: ¿pero qué es no tener memoria?
- Núria
Perés: Una vez lo conoces y otra vez no lo conoces.
-
Sergi Camps: Cuando ves una persona que la ves y cuando ya no la ves nunca
durante mucho tiempo la memoria ya no hace la persona y se escapa la persona.
-
Aïna: La yaya Lola y el abuelo Pepe todavía tienen memoria pero son viejitos,
aunque no tanto.
-
Aitor: Si no tiene memoria, el abuelo de Núria no puede hacer las grullas.
Ese
último comentario nos lleva a pensar qué hace nuestra cabeza para hacer las
grullas.
-
Janna: Pues mi padre sabe hacer grullas sin mirar el vídeo ni las
instrucciones.
-
Magí: Tiene la foto en la cabeza y ya le sale, se parece a cuando tienes la
foto de las palabras y las lees.
-
Marc Arranz: Cuando creemos que se escapan las palabras se esconden en un sitio
del cerebro para que no las digas.
Con
el cerebro y la memoria andábamos cuando Marc nos vuelve a recordar su sentir
respecto a las grullas y su conexión con la vida y la muerte.
-
Marc Valldeperas: ¡Yo tengo miedo porque no quiero morirme! ¡Quiero las
grullas! ¡Las grullas me hacen decir que no me muera!
-
Iker: Pues yo en mi casa vi en la tele una guerra mundial y estaban rompiendo
las grullas…
-
Sara: Es que los americanos querían ganar el premio de la guerra.
Una cosa lleva a la otra
Estremece
zambullirse en sus voces hablando de ideas tan profundas con esa transparencia.
Magda, madre de Sergi Camps, se sorprende de la naturalidad con la que expresan
la historia de Sadako, la guerra, la muerte, los deseos y la esperanza que
desprende y lo que significa. Cuenta Magda que un sábado por la noche hacían en
la tele la película Pearl Harbor, y en más de una ocasión los protagonistas
tienen grullas de papel en la mano. Nos dice cómo se miraron con Joan, el padre
de Sergi, y pensaron: “¡Ostras, son grullas!”.
Parece
que las grullas y su significado nos acompañan a todos los voladores. Forman
parte de nuestras vidas y nos ayudan a desear juntos, desde ese contagio
apasionado que nos ayuda a avanzar.
-
Sara: Pues yo estaba soñando con las grullas y estaba volando y en las noticias
vi que salía una grulla de las de verdad.
-
Marc Valldeperas: A mí me ha gustado que ya no haya la guerra civil.
-
Aitor: Los soldados hicieron la guerra, murió mucha gente, les salió mucha
sangre y se murieron.
-
Magí: Yo en la tele he visto que un poco de gente había muerto y estaban en el
suelo, y unos soldados que llevaban cascos los iban arrastrando.
-
Jordi: Como nos morimos tenemos que hacer muchas grullas; la guerra civil rueda
que rueda.
-
Marc Arranz: A mí me gusta que hagamos mil grullas y que toda la gente no
muera.
-
Marc Valldeperas: ¡Y mi familia!
A
lo que Núria, madre de Marc, resuena: A mí lo que me encanta es el mensaje de
paz en el mundo. Cuando oigo a Marc diciendo eso me emociona.
Cuando
recordamos otras ideas que nos han dado en otras aulas recuperamos el hecho de
que podíamos pedir deseos infinitos. Podemos pensar en algo que no acabe nunca,
nos dijeron. Resuenan entonces voces voladoras que expresan deseos infinitos:
-
Que no se acabe el mundo.
-
La escuela.
-
Las personas.
-
Las estrellas.
Y
de los deseos infinitos a nuestro deseo de volar en Carnaval, que nos lleva a
disfrazarnos de personas voladoras. Seremos pilotos que nos probamos distintas
alas para intentar volar. De ahí surge la idea de que la comparsa se llame:
Queremos Volar Todos Juntos. En esas andábamos cuando surge una nueva idea.
-
Núria Perés: A mí me gustaría que las grullas pudieran volar como nosotros, que
también tendremos alas.
-
Janna: Nosotros podemos llevar una grulla en la muñeca y cuando se levanten las
alas vuelan las grullas.
-
Núria Perés: Si levantamos más los brazos las grullas podrán volar más alto.
Y
al grito de “Queremos volar todos juntos” salimos a airear nuestro deseo de
volar de la mano, a la espera de que llegue el día del recuento de grullas para
saber si conseguimos al menos 1.000. Como nos dice Elisabet, madre de Aïna, de
alguna forma nos sentimos todos voladores en esta aventura llena de puntos
suspensivos.
Continuar deseando para pedir más deseos
Volador@s Misterios@s
Cuadernos de Pedagogía, Mayo 2014, Editorial Wolters Kluwer España, ISBN-ISSN: 0210-0630
Continúa esta
historia de deseo, situando que todo esto nos pasa en un aula donde habitamos
como creadoras de circunstancias, que nos permiten ser en compañía. Se trata de
un espacio de reinvención que nos posibilita compartir nuestras vidas y que
ejerce de territorio lanzadera de nuestros deseos. Para eso hace mucho que nos
mostramos vulnerables y con ganas de cambiar de la mano. Nos dejamos contagiar
para ser. Nos dejamos llevar por esa corriente de vida, de movimiento. Sentimos
que amar la vida es amar el cambio, la corriente, el movimiento continuo, como
nos dice Alves Paraíso repensando a Deleuze (2009) cuando nos plantea desde esa
posición, que también es la mía como docente, cómo podemos generar un currículo
deseo que nos permita avanzar en la corriente de ser.
En los días
siguientes de este tránsito, a la espera de conseguir las mil grullas, la
corriente nos lleva a recordar que en otra aula nos dijeron que si queremos mil
deseos debemos conseguir 1.000.000 de grullas, que nos provoca buscar más sobre
los números y sus misterios.
Esa idea se cruza con
otra indagación ya instalada donde Esther nos ha contado que el espacio y los
números son infinitos. Así que nos ponemos a compartir diferentes maneras de
llegar a 1.000 ¡o más!
Joaquín nos plantea
qué pasaría si él hace 1.000 grullas y el otro hace 1.000 más, señalando a
diferentes niños. Y Marc Arranz nos dice que eso se dirá "mil mil".
Después, mirando la fecha, deducimos que se llamará dos mil, y esa idea nos
provoca buscar la regularidad para poder contar de mil en mil. La emoción de
descubrir "números de decir mucho" nos invade y nos dejamos llevar
por esa marea numérica. Decir mucho para desear juntos es el motor.
- Sara: Yo sé contar
100-200-300…
Lo empieza a escribir
en una pizarra y entre ella y Marc Arranz llegan hasta 900. Marc dice que ahora
toca el diez cien y al representarlo escribe 1010. Sale a plasmarlo Iker y dice
que él lo haría de otro modo. Mirando los números anteriores pone un diez y le
añade dos ceros.
- Marc Arranz: ¡Yo he
visto que Iker no se ha fijado bien en el 10 cien y ha hecho el 1.000! ¡Y
después del novecientos toca el diez cien!
Aquí Juanjo, un
maestro acompañante, sitúa una forma de organizarse de nuestro sistema de
numeración que nos puede ayudar a comprender.
- Juanjo: ¡Lo que
pasa es que cambia la palabra cuando llegas a 1.000!
De nuevo nos
sumergimos en otra bifurcación estirando este misterio, donde nos surgen nuevos
interrogantes. Sergi Bigordà cae en que los números que intentamos escribir no
se acaban, y nos pregunta por qué los números no se acaban hasta el infinito.
Esther nos cuenta que
infinito quiere decir que son muchos números y muy largos, y Marc Valldeperas
nos dice que si los números están en el espacio infinito se mezclarían. Pero,
ya puestos, a nuestros números les podemos llamar "números
voladores", nos dice.
Un trozo de paz
Y volando con
nuestros números llegamos al día de la recogida de grullas. Emocionados, nos
hacemos una foto con nuestro tesoro de origami sin aún haber contado. Cada aula
y espacio público nos ha dicho cuántas grullas tenía y analizamos el documento
del recuento, utilizando la calculadora y nuestros descubrimientos para
interpretar números grandes y difíciles, como dice Telma.
El aula de los Big
Bang nos trae su ofrenda. Nos explican conmovidos que cuando iban por 620
deciden llegar hasta 644, que es el número que consiguió Sadako Sasaki antes de
morir. Mientras, el aula de los Siglo XXII comparten que les ha encantado
ayudarnos a hacer grullas.
En el recuento final
descubrimos que tenemos 2.690, y ese número nos lleva a decidir que queremos
llegar a 3.000 en la tarde de la maratón, antes de colgar las grullas por todo
el pueblo durante el día de la fiesta. Y así lo hacemos, llegamos a 3.000
trabajando intensamente, abuelos y abuelas, padres y madres, maestras y hasta
bebés. Decidimos que así podremos pedir tres deseos: el de Sadako de la paz en
el mundo, el nuestro muy repetido de que nos acaben la escuela nueva y el
tercero a elegir, cada cual el suyo.
Después de colgar
todas las grullas hacemos un acto simbólico ante el campanario lleno de
grullas, y soltamos globos blancos con grullas voladoras que airean nuestros
deseos de ser.
Luego, hablando en el
aula de todo este viaje, pensamos si habremos conseguido nuestros deseos.
Aina nos dice que el
deseo de no morirse sale si te portas muy bien, y que si conseguimos 1.000
grullas no te mueres nunca más. Ante lo que Iker nos dice: "Eso no es
realidad. Cuando alguien espera tanto, tanto, tanto, cuando sea viejecito se
morirá. No pasará antes de mucho tiempo. Pero cuando seamos viejecitos nos
moriremos". A lo que Esther nos sitúa de nuevo en que la vida y la muerte
están en nuestro camino de ser.
- Esther: Cuando eres
viejito puedes morir, pero también puedes morir cuando eres pequeña. Vi que en
la iglesia del campanario había muerto una persona y mamá leyó que había muerto
de pequeña.
Ante lo que Marc
Valldeperas, que en esta aventura siempre ha estado expresando que él lo hacía
para no morirse, nos dice asumiendo dónde estamos: "Me da mucha pena; que
no me quiero morir". Y Sergi Camps, uno de sus más amigos, lo anima
diciendo: "Faltan millones de años para morir. Aún debes ser adulto, debes
ir al instituto y a la universidad".
- Marc Arranz: Adulto significa que hagas mucho caso, los adultos
son grandes.
En las conversaciones
de los días siguientes siento que hay un impulso de seguir, que esto no se
acaba por pedir los deseos.
Magí nos recuerda que
a su abuelo se le paró el corazón y que también podemos pedir un deseo para su
abuelo, para que no se le pare.
Alguien repone que
ese deseo no podemos conseguirlo, ante lo que Sergi Camps nos dice que, en
cambio, hemos conseguido un deseo que no habíamos pedido: han prohibido cazar
ballenas por todo el mundo. Lo dice porque salvar a los animales en peligro de
extinción también está en los anhelos del aula.
- Marc Arranz: Pero
también cazan tortugas. Debemos decir "¡prohibido!", y que no tiren suciedad
al mar y que no pesquen focas.
- Janna: Podemos
decir: "Vosotros haced la paz en el mundo porque estamos pidiendo
deseos".
Compartimos en esos
días noticias de guerras que siguen a pesar de nuestros deseos; una noticia nos
toca especialmente: la ONU dice que en Sudán están utilizando niños soldado.
Ante lo que Sergi Camps nos plantea: "Yo aunque vinieran a buscarme para
hacer de soldado, el primer día de guerra me escondería para que no nos pongan
las armas, porque a mí no me gustan. Lo tenemos que evitar".
Respecto a lo que
Esther nos cuenta: "A mi hermano Pau (‘paz’ en catalán) le hemos puesto
Pau de nombre porque como hemos pedido la paz en el mundo quiero que mi hermano
también la haga; porque su nombre es el primer trozo de paz en el mundo…
Y Núria Perés parece
que coincide con nuestra sensación de que este trabajo de desear es difícil y
que hay que seguir: "Debemos continuar, deseando, deseando, deseando, para
pedir más deseos".
Como nos dice Sara,
madre de Lucas, parece que la vida y más profundamente la muerte han estado en
el aula de una forma tan natural que ellos entienden, incluso más que nosotros,
que es parte de la vida y de nuestro ciclo vital, y yo añado, de la mano de
Alves Paraíso y Deleuze (2009), que hemos deseado un mundo y que cuando se
desea un mundo todo se modifica. Pero debemos continuar deseando, deseando,
deseando, deseando.
Para saber más
Alves Paraíso, M. (2009). "Currículum, desig i experiència", en Quaderns d’Educació Continuada,
nº 21, pp. 113-128.
Un sabio consejo“Debemos continuar deseando, deseando y deseando, para
pedir más deseos”. Son palabras de Núria Perés, una joven alumna del aula de 4
años de la Escola Serralavella, una de los “voladores misteriosos” que un día
decidieron ahondar en la historia de Sadako Sasaki y acabaron llenando el
pueblo con tres mil grullas de papel. En las últimas semanas los hemos seguido
a distancia leyendo, en tres entrañables artículos, cómo iban desarrollando
este proyecto, cómo hablaban de los deseos, de la vida y de la muerte, de la vejez
y la pérdida de memoria; cómo descubrían los números y el infinito, y cómo
lograban implicar a todo el pueblo para lograr su objetivo. Les habíamos hecho
un encargo especial: que relataran en primera persona, con la ayuda de su
maestra, Marisol Anguita, todo aquello que iban viviendo y experimentando. Y lo
han hecho: los tres artículos recogen multitud de declaraciones y de diálogos
que han tenido lugar en clase, mientras iban explorando sus propias emociones.
Lo hemos publicado en la web, donde queda todo colgado. Y de regalo, nos
llevamos este sabio consejo que desde Cuadernos de Pedagogía queremos
transferir a todo el sistema educativo: “Debemos continuar deseando, deseando,
deseando”.
Lourdes MartíDirectora de Cuadernos de Pedagogía